No
me interesa producir más que por necesidad y ese sentimiento es el que creo
diferencia la producción de la creación. Ésta última me permite estar tan
quieta como quiera, inmóvil y callada hasta parecer una piedra. Deja espacio
para todo lo que uno necesita. Es generosa.
En
ese proceso creativo uno se traslada de imágenes interiores a visiones
pictóricas, de dolores reales a negros, de lo verbal a lo simbólico para así,
dejándose arrastrar por la catarsis, aprender a SER. Para expresar con imágenes
todo aquello inexplicable a las palabras. Un espacio sagrado que, a veces, en
última instancia nos permite llegar al otro.
Tragar,
digerir y así comulgar con el mundo.
Existe
toda una cartografía de intereses o punctums que actualmente orienta mi
recorrido. El cuerpo, como contenedor de la experiencia (la experiencia
encarnada), como sacrificio, como comunicador. El concepto de Persona. La
máscara. El ser y sus circunstancias. El proceso relacional. La transformación…
Límites y posibilidades que nos hablan de la capacidad del ser humano para
crecer.
La
pintura, los objetos, las palabras o el silencio no son, para mí, más que
formas de ver. Distintas maneras de sentarse frente al desafío.